“La escritura es el ‘yo’ en acción”, afirma Evelyn Aguilera, calígrafa y directora del Instituto de Técnicas Neuroescriturales.
Claro, porque el acto de escribir no es sólo una forma de comunicarse, sino que la letra de una persona dice mucho respecto a cómo es ella.
Pero la escritura también genera un impacto cognitivo en los niños y jóvenes, y de ahí la necesidad -según la especialista- “de seguir manteniendo esta disciplina en los colegios para potenciar el desarrollo de habilidades cognitivas, relacionales y académicas” de los alumnos. Todo esto pese al fuerte impacto que actualmente tiene la masificación de los dispositivos móviles y el uso del computador.
“La escritura no es un acto al azar”, sostiene Aguilera, quien expuso sobre el tema en el lanzamiento de la temporada 2015 de Faber-Castell. En este sentido, la calígrafa explica que el aprendizaje de la escritura implica la realización de un trabajo mental y psicológico por parte del niño. Así, por ejemplo, cuando un menor se enfrenta a una hoja en blanco, entiende que la tiene a su disposición y puede hacer en ella lo que él quiera. Sin embargo, cuando la hoja es cambiada a una con un formato definido -con cuadros, líneas, márgenes, etc.-, el niño tiene que ajustarse a pautas y reglas.
“Toda esa relación con las normas que plantea el medio escrito, implica un desarrollo de habilidades cognitivas (…) Son una serie de indicios e instrucciones que el niño tiene que aprender a decodificar y saber responder”, señala Aguilera.
Sin embargo, no sólo se trata de aprender a escribir, sino que de saber hacerlo bien. “Muchas veces los niños -y también los adultos- tienen una mala forma de relacionarse con la escritura”, dice la especialista, y agrega que eso queda de manifiesto cuando, por ejemplo, se cansa la mano, lo que sería un indicio de que el lápiz está mal tomado o que la postura corporal no es la adecuada.
“Uno debiese escribir de una manera tan fluida como un parpadeo de ojos”, asegura la calígrafa.
¿Qué dice mi letra?
La buena noticia es que para quienes escriben mal, existe la forma de solucionarlo a través de la denominada “programación Neuroescriturales”, que en palabras simples consiste en aprender a desarrollar una letra funcional. ¿Y cómo debiera ser ésta? Según Aguilera, debe ser progresiva y sin desconexiones; espontánea; sin trazos o accesorios innecesarios; con una lógica morfológica (no mezclar cursiva e imprenta); equilibrada en sus trazos curvos y angulosos; y que sea individual y no copiada, entre otras características.
De esta manera, los principales aspectos gráficos que se deben corregir a través de la “programación neuroescritural” -y que a la vez dicen mucho respecto a cómo es una persona-, son los siguientes:
1.- Angulosidades en las letras curvas: hay letras que son naturalmente curvas y otras angulosas. Pero cuando hay una tendencia a hacer las letras curvas demasiado angulosas, se habla de una persona que prioriza la rigidez, la intransigencia y la inflexibilidad en situaciones que debiesen ser flexibles.
2.- Supresión de óvalos: hacer la “a”, la “o” o cualquier otra letra que esté formada por un óvalo totalmente cerradas, deja en evidencia una tendencia a la inhibición y/o a la represión de las emociones y facetas espontáneas de la personalidad.
3.- Exageración de óvalos: por el contrario, si los óvalos son demasiado abiertos, puede existir una tendencia a la sobrerreacción emocional y sensorial. Es decir, se trataría de una persona hipersensible.
4.- Presencia de torsiones y/o sinuosidades: las letras están formadas por trazos curvos y rectos, pero cuando estos últimos presentan torsiones, revela cierto nivel de inseguridad y vacilación de quien escribe.
5.- Ausencia de puntos: según la calígrafa, no escribir los puntos es un indicador de déficit atencional a todo nivel. “El punto es la mínima expresión gráfica posible (…) Cuando el punto no se considera como necesario, cognitivamente la persona dice ‘los detalles no son relevantes'”, explica.
6.- Desorganización generalizada: consiste en la incapacidad de mantener la horizontalidad en el reglón, por lo que la línea de escritura sube y baja. Aunque Aguilera afirma que esto generalmente lo presentan los niños en primero básico, aclara que lo esperable es que al finalizar el año sean capaces de escribir de una manera organizada. “La desorganización implica que el sujeto escribiente no controla la actividad que está ejecutando. Por lo tanto, si este indicador aparece en un adulto, es un mal antecedente indudablemente”, asegura.
7.- Letras ladeadas a la izquierda o derecha: “Una inclinación hacia la izquierda habla de la relación con la génesis del ser humano, el útero materno, la relación con la madre, el período gestacional, la relación y las vivencias de la infancia. Y la inclinación hacia la derecha se vincula con lo que la persona proyecta hacia el futuro”, explica la especialista. Así, si una persona escribe con sus letras inclinadas hacia un lado y otro, es una evidencia de indecisión respecto a sus motivaciones, intereses, etc., algo preocupante sobre todo si se trata de un adulto.
8.- Sinuosidad en la línea base del renglón: es un indicador de control de ánimo, control emocional y en situación de estrés para niños, adolescentes y adultos. Según la calígrafa, el lograr mantener la horizontalidad es sinónimo de madurez cognitiva, madurez neurológica y control sobre la acción. “Es uno de los indicadores más importantes a la hora de hablar de control”, afirma.
Fuente: Emol