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La historia de la adoración congregacional

adoracionA fines del siglo XVII muchas iglesias cristianas cantaban salmos bíblicos en versos. Generalmente la gente tenía poco conocimiento musical y era de ejercicio frecuente el “encajar a la fuerza” los versos de los salmos en métrica y rima los versos de los salmos. Andrew Wilson-Dickson, en una breve historia de la música cristiana comenta al respecto diciendo: “Cada línea del salmo era recitado (a menudo cantado) por una voz líder que debía ser contestada por la congregación. Tanto el líder como la congregación tendía a seguir un tiempo propio (usualmente muy largo, quizás de medio minuto por línea). Cuando se trató de hacer armonizaciones se hizo generalmente sin el apoyo de algún órgano o instrumento y con improvisación. La velocidad lenta del canto permitía decorar y ornamentar la melodía con notas adicionales, cosa que se hacía en forma espontánea y que generalmente ocurría simultáneamente por varios cantores. El resultado era un caos semi-improvisado”

Esto motivó al joven Isaac Watts (1674-1748) cuando un domingo llegaba a casa después de la iglesia quejándose de lo pesado, lo monótono y sin vida que eran los himnos. En un momento de inspiración provincial su padre le retó diciendo: “¡No te quejes y escribe algo mejor!” Y eso hizo. El domingo de la semana siguiente la congregación cantó el himno “Mirad las glorias del Cordero”. Este vino a ser el primero de los aproximadamente 750 himnos que Watts compuso para la iglesia.

Sus himnarios más exitosos fueron “Himnos y cantos espirituales” (1707) y “Salmos de David imitados en el lenguaje del Nuevo Testamento” (1719). Luego revisó los salmos para “hacer que David hable como un cristiano”. Alguna de sus letras se siguen cantando hoy en día como el tradicional canto navideño “Al mundo paz” o los himnos “Oh Dios nuestra ayuda en tiempos pasados”, “¡Ay! ¿Sangró mi Salvador?” y “Yo canto el glorioso poder de Dios” entre otros.

No podemos subestimar la influencia de Watts en el canto congregacional. Isaac sostenía que los cantos que debían cantarse en la iglesia debían estar basados en las Escrituras, pero “compuestos en forma libre”. Watts creía que los salmos eran de gran valor para la adoración cristiana, pero que los mismos eran insuficientes para expresar la amplitud de la experiencia cristiana. La influencia de Watts en su tiempo fue dramática y ésta perdura, pues si revisamos los himnarios de la iglesia 150 años después de su muerte, notaremos que en ese entonces el 40 por ciento de los cantos fueron escritos por Isaac Watts.

Hay buenas razones que indican el motivo por los que los himnos de Isaac Watts han perdurado. Escribió en un estilo muy simple. Sus letras tocaban y eran fáciles de entender tanto para los eruditos como para personas sin educación. Estaba comprometido con la verdad del Nuevo Testamento “Siempre enfocaba su atención a la persona de Jesucristo, a su obra y no le bastaba hablar en términos generales de Dios y su misericordia” (según Lawrence Roff en su libro “Let Us Sing” (Cantemos)). Además parafraseaba las escrituras frecuentemente y a menudo las citaba directamente. Evitaba la complejidad y usaba imágenes vivas con el fin de tocar las emociones. Sus himnos asombran y maravillan. Por estas y otras razones es obvio que escribía con la congregación en mente, por lo que prefería el pronombre en plural por encima del singular.

El legado de Watts fue asumido y ampliado por Charles Wesley, otro escritor del siglo XVIII.


Información recopilada por el hermano Cadmiel Toro Fuenzalida

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