Dentro de los caminos de Dios, nuestro mayor deseo de cada día y sobre todo en nuestros cultos es adorar y exaltar su nombre. Pero…¿se ha puesto a pensar si realmente lo hacemos como a Dios le agrada? ¿Será solo una emoción momentánea y no algo que esté constante en nuestros corazones?
Para entender realmente si lo estamos haciendo como Dios lo merece debemos tener en cuenta la diferencia que hay entre alabar y adorar. El significado de alabar es: “Decir cosas favorables de una persona o de un cosa, resaltando sus cualidades o méritos” y el significado de adorar es: “Rendir culto a la persona o cosa que se considera divina”. A partir de estos significados podemos desplegar 2 conceptos, que son adorador y alabador.
Un adorador tiene un sentir permanente, no solo lo demuestra en los cultos por intermedio de la música, sino que vive inclinado delante de Dios y busca hacer su voluntad. En cambio, el alabador tiene un agradecimiento con fecha de vencimiento, su sentimiento no es más que por un lapsus de tiempo y que generalmente es para sentirse bien consigo mismo colocando como excusa a Dios. El alabador solo resalta características de Dios, pero no se sumerge en hacerla en espíritu y en verdad.
Quizás usted puede estar diciendo “no, no es así, yo lo hago correctamente” pero si va más a fondo y se pone a reflexionar cuantas veces adora a Dios y, además, en qué circunstancias lo hace, probablemente encuentre que en realidad algo está fallando. Por ejemplo usted podría estar pasando por mucha necesidad, pero ¿usted va a adorar solo para que Dios le solucione sus problemas? ¿O realmente le está adorando y agradeciendo por encima cualquier adversidad como lo dice la palabra de Dios? Y si le alaba en ese momento difícil ¿después lo hará con el mismo fervor cuando esté muy bendecido?
No debemos ser hipócritas, si nuestra alabanza no es de verdad mejor no alabemos. En el libro de Mateo capítulo 8 versículo 15 dice: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí”, Jesús lo dijo refiriéndose a su pueblo dando a entender que no solo basta con decir cosas bonitas o con acciones, sino que en nosotros haya algo que nos mueva por amor a Cristo.
Un adorador real no busca nada a cambio y aunque esté en el peor momento de su vida, no busca agradar a Dios para que él le solucione todo. Dios quiere a personas fieles que le den una adoración genuina y pura, sin ninguna petición de por medio, sino que, por amor a él.
Mientras estemos cantando a Dios, adore pero desinteresadamente y procure que llegue como un perfume agradable a la presencia de Dios. Por intermedio de los cánticos podemos sentir el poder del Espíritu Santo, pero no lo confunda con una mera emoción, las emociones son momentáneas, el espíritu de Dios permanece y deja una huella en nuestra alma. Alabar no está mal, sino que debe complementarse con la adoración que nos lleva a una relación más íntima con Dios constantemente.
“Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.” Juan 4:13
Guardemos este versículo en nuestros corazones, que nos hará recordar que Cristo se merece una alabanza con adoradores de verdad y que lo más importante, estemos ¡al Son de Dios!